En el mundo del budismo Zen, existe un término que resuena con fuerza y misterio: Satori. Es ese momento de iluminación y presencia total, una pausa en el continuo ajetreo de la vida donde todo se vuelve claro. Pero, ¿es realmente un instante aislado, un destello de lucidez que ocurre de repente? A través de historias y reflexiones, descubriremos que el Satori no es simplemente un momento desconectado de nuestra realidad, sino más bien un recordatorio constante de la importancia de vivir en el presente y de buscar la verdad más profunda en cada momento.
El Satori se considera a menudo como un producto de la meditación y la práctica espiritual, pero también puede aparecer cuando menos lo esperamos. Sobre todo en esos momentos de meditación y silencio interior donde podemos experimentar una clara comprensión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.
A medida que exploramos las enseñanzas del Zen y los relatos de los maestros, nos damos cuenta de que el Satori no es exclusivo de unos pocos, sino que está al alcance de todos nosotros. Es una invitación a adentrarnos en una experiencia más profunda de nuestra propia existencia, trascendiendo las limitaciones de la mente y conectándonos con la naturaleza y, a través suyo, con la sabiduría universal.
El Satori nos recuerda que la iluminación no es un objetivo final a alcanzar, sino más bien un camino continuo de autodescubrimiento y crecimiento espiritual. Nos insta a abrazar cada momento con atención plena y a cultivar una actitud de apertura y curiosidad hacia el mundo que nos rodea. En cada respiración, en cada acción consciente, encontramos la oportunidad de experimentar el Satori y conectarnos más profundamente con nuestra esencia verdadera.
Epifanías o momentos ¡Eureka!
Hay una creencia popular en la idea de esos momentos de «Eureka!», esos destellos de epifanía, son nada más que golpes de astucia que propician grandes descubrimientos, iluminaciones u otras maravillas que nos hacen exclamar «¡ajá!».
A lo largo de la historia, hemos sido testigos de numerosos momentos «Eureka». Sir Isaac Newton, mientras descansaba bajo un árbol, tuvo una revelación sobre la gravedad cuando vio caer una manzana. Thomas Edison, después de miles de intentos fallidos, finalmente encontró el diseño correcto para la bombilla eléctrica, iluminando el mundo a su alrededor.
Pero estos momentos, aunque parecen repentinos, han sido el resultado de largas horas de reflexión, experimentación y conexión con el mundo a su alrededor.
Una historia que me viene a la mente para ilustrarlo es la de una pareja que se adentraba en el mundo del Zen. El hombre, con un fervor ardiente, convenció a su compañera de sumergirse más profundamente en estas enseñanzas. Viajaron a Japón, visitaron templos y buscaron la sabiduría de los maestros Zen. Mientras él se sumía en los textos y meditaciones, ella, una pianista profesional, encontraba su propio camino hacia la iluminación a través de la música. Su conexión con el piano, su entrega total a la práctica, la llevó a un estado de flujo (flow), una unión entre su ser y el universo. Y, contra todo pronóstico, ella experimentó un momento Satori en un lapso de tiempo mucho más corto de lo que muchos creen posible.
La conexión profunda con nuestro Ser
Esta historia nos enseña que la iluminación no es el resultado de un momento aislado. Más bien, es el culmen de años de práctica, dedicación y conexión con nuestro ser y el mundo que nos rodea. Es la manifestación de todo lo que hemos vivido y aprendido.
Raíces profundas: mi viaje con Nodo y la convergencia de la tecnología y lo humano
Un ejemplo personal que puedo compartir es el proyecto Nodo, el centro de formación en nuevas tecnologías de la UNIVERSIDAD EAFIT. Aunque su nacimiento oficial fue en 2020, sus raíces se remontan a los años 90. Durante mis años universitarios, tuve la fortuna de conocer a figuras inspiradoras como Humberto Maturana y Heinz Von Foerster. Fue en sus conferencias donde me sumergí en los debates sobre constructivismo y la «sistémica elemental», el arte de ver, averiguar y, sobre todo, reconocer conexiones entre las entidades observadas.
La influencia del Dr. Von Foerster me llevó a explorar la terapia familiar de luminarias como Gregory Bateson y Paul Watzlawick. Fue una revelación entender la sistémica no solo como una teoría, sino como una forma de vida, una manera de hacer preguntas y obtener respuestas. Me fascinó la idea de que la magia acontece «cuando sabemos cómo tratar algo que no podemos comprender». Esta perspectiva me mostró que la sistémica es, en esencia, el arte de reconocer conexiones entre lo observado.
Con el tiempo, escribí una tesis donde argumentaba sobre cómo la educación del futuro debería repensarse. Enfatizaba el carácter definitivo que la práctica le añade al proceso de formación en el conocimiento. Posteriormente, ya en el mundo profesional, construí junto con varios amigos una unidad de negocios orientada al desarrollo móvil. Fue allí donde vi la magia de Juan Pablo López, el arquitecto más talentoso con el que he trabajado. Él me mostró cómo se desarrolla rápidamente la mente de un desarrollador de software.
Estos años de aprendizaje y experiencia me han enseñado el poder transformador de la tecnología. No es coincidencia que el mejor programa para cerrar la brecha tecnológica esté incubando en EAFIT. Más que un experimento, es el fruto de más de 30 años de profesión, que encuentra ese lugar perfecto en el momento perfecto que nos permite exclamar: ¡Eureka!
Satori: no es un instante aislado, es el fruto de una Vida
Como solía decir Picasso, el arte y la vida no son dos entidades separadas. Lo mismo ocurre con nuestra búsqueda de la iluminación: cada momento, cada experiencia, nos acerca a esos instantes de claridad y comprensión, a esos momentos Satori.